La Comunicación

La Comunicación

lunes, 31 de octubre de 2016

Mil novecientos noventa y nueve

1999
Cuando
las chicharras de mi cabeza
anuncian su canto...
sólo queda dar cabida
a la lluvia, que anuncia el tiempo
para limpiar el alma

Se diluyen los grises y
¡estallan complejidades reprimidas!
Dejando salir a borbotones
heridas desconocidas y
querencias olvidadas...

Ingenuas caen
las fachadas conocidas

Deambulo por caminos paralelos y
sorprende de nuevo
el asombro...

¡Agradecida!
Brota y calienta el sol,
dentro...

Los sueños aún me hablan...         Por. Mariana Nuñez V


sábado, 10 de septiembre de 2016

ANIDANDO

                                             
Ella en espera prepara el nido. Escarbó el polvo y pasó la escoba formando ovillos de restos de cabello, papelillo, minúsculas partículas de todo lo que se acumula donde vives. Los desenredó del cepillo y, uno a uno, los fue echando en el tobo de la basura. Coleteó con varias enjuagadas. Pasó el plumero por cada mesa, silla y rincones para que relucieran. Caminó por el piso descalza y verificó que sus pies estuvieran limpios.
Respiro hondo… Se hizo manía, ese afán de asear cada rincón una y otra vez, pues se apoderó de ella. Se desnudó y corrió la cortina. Se metió en la ducha. Una ráfaga de agua fría le cubrió el rostro. Abrió la boca y absorbió las gotas del preciado líquido que le refrescó el cuerpo y la cara. Con el jabón frotó fuerte, muy fuerte, como intentando limpiarse hasta las profundidades de su ser. Quería purificar el alma. Le provocó, sin lastimarse, desprender la piel como si fuese papel contac para colocar una nueva, limpia, impecable.... Se cepilló los dientes, tanto, que rechinaron. Con conciencia los chirrió..., y se le calmó aquella sensación de incertidumbre… Al enjuagarse, algo de sangre tiñó el escupe.

La noche la sorprendió dormida, recostada sobre la carta en la mesa, con el rostro aún mojado en lágrimas.

Estaba sola. Ínfima en la ciudad de la Lumière. Él se esfumó... Se reconoció ahora en ese instinto materno, animal, ancestral, en el que las hembras con sumo cuidado preparan el “nido” para su prole antes de nacer. Recordó aquél, hecho con pedacitos de ramitas, hilos de tela, pelusa color marrón sucio y adornos multicolor, a punto de caer, colgando del árbol de mamón macho del jardín de su casa. Rememoró, la tenencia del nido en sus manitas de pequeña y descubrir dentro un huevito sin vida… Volvió a subirlo alto, entre las ramas, con ayuda del taburete que tomó prestado. La perfección con que la pajarita tordita lo había construido le asombró. Revocó el momento en que el canturreo de la pajarita, su ir y venir, alrededor de aquella cosita marrón que sería el hogar de su cría, despertaron su curiosidad… ¿Y él suyo? ¿Podría aquel instinto de protección más que...?

No imaginó que la hembra de la especie humana todavía albergara esos destellos de ese deseo. Lo creyó perdido… Quizás en la época de las cavernas era más fuerte, expedito. Alguna vez en alguna parte leyó que, quizás, las mujeres ya no poseían ese valioso deseo de protección. ─A lo largo de la humanidad condiciones maniatadas de una sociedad autocrática, machista lo cercenaron. ¿Es que acaso la capacidad de proteger y cobijar un hijo solo depende de nuestra historia emocional y afectiva, además de la educación que hemos recibido?─. Sin olvidar la sumisión, la represión sexual y la rigidez, que disminuyen ese maravilloso impulso intuitivo….  Sin embargo se encontró siendo un buen ejemplo de que aún, en este tiempo, este afloraba no importa el cómo, o el origen.

La  barriga empezó a crecer… y se descubrió en pleno disfrute de su estado. 
─Es lo más placentero y hermoso que puede vivir un ser humano. Se siente una combinación de paz, amor y felicidad infinita, que te acompaña a todas partes. Ella te protege y vas más ligerito... Una  barriga y luego tú. No importa más nada. Ella abre todas las puertas…, como si uno estuviera ¡santificada!. murmuró...

  ©Mariana Núñez V.                                                                                                       Diciembre 2015.

Comienzo de la novela El perfume, del autor Patrick Suskind.

    ©Mariana Nuñez Vargas
«En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres más abominables de una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales. Aquí relataremos su historia. Se llamaba Jean Baptiste Grenouille y si su nombre, a diferencia del de otros monstruos geniales como De Sade, Saint-Just, Fouché, Napoleón, etcétera, ha caído en el olvido, no se debe en modo alguno a que Grenouille fuera a la zaga de estos hombres célebres y tenebrosos en altanería, desprecio por sus semejantes, inmoralidad, en una palabra, impiedad, sino a que su genio y su única ambición se limitaban a un terreno que no deja huellas en la historia: al efímero mundo de los olores.
En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sabanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales; (…)  Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. (…) Y, si, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente, no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún  hedor. Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en París, porque París era la mayor ciudad de Francia. Y dentro de París había un lugar donde el hedor se convertía en infernal, (…). Fue aquí, en el lugar más maloliente de todo el reino, donde nació el 17 de julio de 1738 Jean Baptiste Grenouille(…)»
El comienzo del Perfume, siendo de corte realista, raya en lo extremo y nos sacude. Y aunque nos revela quien es el monstruo de la novela, en lugar de  eliminar nuestro interés, nos atrae. Capta nuestra atención una narrativa que describe la antítesis de “la belleza”, “lo sublime”, conceptos propios de la conciencia humana. Sin llegar a los versos de Baudelaire, que revolucionaron su época como “malditos”, éste comienzo nos deleita saboreando intensamente: lo feo, lo repugnante, lo sucio, lo aterrador. Resaltando, asimismo, las vicisitudes y condiciones de los desposeídos, los sin nombre, que como vemos existen desde que el mundo es mundo. Basta este párrafo: “Cuando se iniciaron los dolores de parto. La madre de Grenouille se encontraba en un puesto de pescado de la Rue de Fers escamando albures que había destripado previamente.(…) Solo quería que los dolores de parto cesaran, acabar lo más rápidamente con el repugnante parto. Era el quinto. Todos los había tenido en el puesto de pescado y las cinco criaturas habían nacido muertas o medio muertas, porque su carne sanguinolenta se distinguía apenas de las tripas de pescado que cubrían el suelo y no sobrevivían entre ellas (…)”.

Una pequeña muestra de lo que vendrá y el final será todavía más revelador e impactante. Sin ser una denuncia social, lleva implícito una reflexión o critica acerca del comportamiento humano y la sociedad. Su lado “más grotesco”.

sábado, 19 de marzo de 2016

El ojo me persigue




El ojo me persigue como si fuese la mirada de todos, la mirada de los mediocres, la mirada del vecino, del que solo lee las noticias manipuladas de los twiter, linkedin, facebook, snapchat, etc, etc., de las mamás del colegio, de los ex-compinches de estudios (que ni puta idea sabes donde están parados, pero te observan), del de la clase media vacío lleno de innumerables elementos externos en donde  apoya la existencia de su ser...  Este ojo de las redes, de los chats, de toda esta tecnología absurda que avanza lineal hacia adelante pero descompensa estructuralmente el componente humano de la sociedad. ¿Nos retrasa? Claro. Nos aliena, nos coarta… ¡Uff!. Ni puedo respirar… El mundo se me quedó chico. ¿Adónde emigro?. ¿A cuál lugar me dirijo para respirar aire puro y sentirme libre?. ¿Será que pongo emoticón de No me gusta?

Al diablo, los emoticones. Basta de inmiscuirse en la vida ajena… DEJENME en PAZ...

Quizás, me voy al Polo.



©Mariana Nuñez V.                              Marzo2016.

lunes, 27 de julio de 2015

Cuento: SIN NOMBRE.... (Especialmente para mis queridos amigos y profesores del Diplo...)

Todo comenzó cuando repentinamente se quedó sin nombre. Es decir sin su nombre y su apellido. Extraño, ¿verdad? Bueno, he aquí la historia. Se levantó como de costumbre, bien temprano. Se duchó, se vistió y tomó su desayuno habitual: un batido proteico con yogurt, frutas y un café negro corto. Sin embargo, ese día tenía un ligero presentimiento, algo le decía que sería diferente… Bajó de un sexto piso, por las escaleras para hacer algo de ejercicio, como todos los días. Se dirigió a la estación del Metrobus y al pasar por la portería, el vigilante Juan no lo reconoció. Ni siquiera lo saludó. Bastante raro, ya que siempre le entretenía esa pequeña charla por la mañana.
─¿Como está Sr. Juan, como amanece?.. Bien, bien y usted? ─Bien, apurado para el trabajo… ¿Como están sus hijos?¿ y la vieja?... Ahh , pues bien, mándeles mis saludos.

Sucedió lo mismo al llegar al trabajo, en el cual se desenvolvía como ingeniero de proyectos civiles. No lo saludaron, tampoco le hablaron… Era como si fuese transparente. Se sentó en su escritorio y sólo Amanda que siempre le traía el café le preguntó: ─Eres nuevo?. No te había visto por acá. Aquí en tu puesto se sentaba… ¿Cómo es que se llamaba?. ¡Dios santo, se me ha olvidado!, que cabeza la mía.– . Y él extrañado inmediatamente pronunció su nombre: ─¡Alejandro!, Alejandro Moravia, ¡ese soy yo!. En ese instante al nombrarse, ella, como una sonámbula, continuó su camino. Alejandro pensó en buscar su cédula y mostrársela, pero lo dejó así porque la situación podría ser divertida Su jefe reaccionó igual, no lo reconoció. O más bien sí, pero con otro nombre… Fue a preguntarle acerca del proyecto de las Casas de Guardalagua y al entrar en su despacho, le dijo: ─Hola Roberto, ¿eres él nuevo, verdad?. Siéntate, conversemos un poco. A Alejandro, ésta vez, le hizo gracia. ─¡Claro!, seguro me están jugando todos una broma.─ murmuró.¿Tal vez por mi cumpleaños?. Aunque faltan tres días. Decidió seguirles la corriente. Además se sintió liviano, ligero, como si ya no tuviera una mochila de piedras a cuestas. -¿Qué dices?-le respondió el jefe. -Nada, le oigo, le oigo...
Volvió a su escritorio y el resto de la jornada transcurrió así de rara. Todos, sin excepción, lo llamaban por el nombre de Roberto Vargas. Y si les repetía que ese no era su nombre, se reían... Si les decía que su nombre era Alejandro Moravia y lo gritaba, a todo gañote, todos quedaban como en el limbo. Como si no existiera. Daban media vuelta y retomaban sus quehaceres. Entonces, lo asumió. Encima tenía mucho trabajo para estar pendiente de tanta pendejada… Seguro, se habían puesto de acuerdo. ¡Eso es!, me están tomando el pelo.
Pero, y ¿el portero?¿Y el qué vende los periódicos? Lo llamaban Coco, él lo conocía desde pequeño, porque Coco siempre vendía y repartía periódicos para ayudar a su papá. A cuanto carro se detenía o se acercaba, le ofrecía: El Nacional, Ultimas Noticias, El Diario, El Universal..., hasta que su padre murió y se encargó por completo del Kiosko Azul. No eran amigos pero habían compartido el pasar de los años y el descubrirse las primeras canas, saludándose día tras día.  Entonces, ¿cómo no lo había reconocido? Aquí pasaba algo extraño... Sin embargo lo más singular es que no sintió angustia, no tuvo ganas de vomitar, ni tampoco transpiró ese sudor frío que le recorría la espalda cada vez que se enfrentaba a “algo nuevo” o a “lo desconocido”. Más bien sintió una especie de cosquilleo en el estómago, pero de alegría, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima…  –¿Qué vaina tan rara? – murmuró. A la mente le vino la imagen del Diplomado. Un flash. Otro flash... Y completica le vino la sesión anterior acerca de los tres cerebros de Mc Lean: el reptil, el límbico y el neo-cortex: tres sistemas de energía con diferentes vibraciones que conforman uno solo, el cerebro triuno.  Resultó que ¿era así de fácil?... Pero, si estaba a mitad de camino, solo iba por la fase del Practitioner

Tomó el receso del almuerzo y se instaló en un sitio cómodo, abrió su libro de texto y buscó en el índice Creencias Limitantes. Aplicando la lectura veloz, aprendida hace algunos años, lo devoró de una sola pasada. Aplicó la técnica… Ubicó el reptil y lo encontró limpio. Aquella estructura rígida de autoridad parental se había ido… Permaneciendo, solo, las reglas básicas que a él le gustaban o con las cuales se sentía cómodo. ─¡Qué sorpresa!. Respiró hondo y para salir de ese estado se imaginó una zanahoria: ¿Cómo huele, ¿A qué sabe?. ─Esta rica crujiente…─ murmuró. Sonrío. Seguidamente, en el índice ubicó la otra técnica: el Reencuandre, con un poco de Anclaje, ─Si, porque no.... Volvió a sentarse cómodamente y aplicando la herramienta, extrajo la ira, la rabia y la culpa, de su cerebro límbico. El más querido, el que guarda celosamente las emociones y sentimientos. Para su asombro, todas ellas, las restantes, en sintonía, danzaban al unísono una misma música en total equilibrio. De las otras tres no quedaba ni rastro. El tic nervioso, las arqueadas y aquel sudor frío, frente a las situaciones desconocidas, se habían esfumado. En la última sesión de trabajo le había dicho al coach: ─Me gustaría trabajar con mi cerebro límbico…, ya que suelen afectarme las situaciones emotivas, la gente dice que soy “intenso”… Sobre todo quería que su neocortex equilibrara la relación “lenguaje (pensamiento), emoción y cuerpo”. ─Quiero enviarle “palabras” y “pensamientos” al neocortex para que, como mi adulto, controle y dirija mi cerebro límbico y mi reptil. Sin embargo, ya no era necesario… Se dio cuenta a la hora de la salida. Se dirigió a comer algo en el comedero de enfrente. Tuvo un pequeño problema cuando la orden que le sirvieron estaba fría y se la devolvió al mesonero. Éste le trajo otro plato de mala gana y ésta vez la arepa estaba cruda. Pero no se molestó, ni se indignó como solía suceder. Esbozó una hermosa sonrisa y, sin alterarse ni un pelo, pidió otra cosa. Esperó con toda calma. Asombroso.
Volvió a sentir ese cosquilleo en el estómago, la sensación era de gratitud y liviandad. Se quedó tranquilo. Lo atribuyó a la programación neuro-lingüística, a la PNL.─Había sido re-programado. ¡Así de sencillo!. Increíble. Pero ¿cómo? El diplomado aún no había terminado. Le faltaba la fase del Master. ¿Sería en el sueño?.. Imposible, hasta allí no llega la PNL. ¿O si? ¿Había sido inducido? Recordó que cada una de las técnicas las vivenció también oníricamente… De hecho, lo comento con la profe Maritza... ¡Eso fue!. Entonces, decidió no pensar más en el asunto.


Al llegar a su apartamento, cenó algo ligero. Se atrevió a no ingerir la melatonina para dormir, ni el té “dulces sueños”. Incluso botó el lexotanil, de las emergencias, en la papelera. Y durmió por primera vez como un bebé. A la mañana siguiente, se levantó más temprano para pasar por el Banco. Solo tomó su café negro corto. Se sintió “otro”. Al salir, saludó al Sr, Juan y éste, respetuosamente, le respondió:─Buenos días, Sr. Vargas. Y él, Alejandro, le sonrió.

Caminó hacia el Banco, que quedaba cruzando la esquina y, con una gran sonrisa, de oreja a oreja, entró. Se dirigió a la cajera, sabía que no lo reconocería. Y seguro ella habría olvidado, por completo, el incidente desagradable del otro día, cuando le reclamó que esa no era su firma,.. Así que por primera vez lo pronunció:
 ─Roberto Vargas, señorita. Un retiro, por favor. Ella, con una expresión de amabilidad, asintió. Se sintió aún más liviano, como si caminara de puntillas… 

Quizás si tenía otra oportunidad. La que tanto soñó. Sin embargo, siempre había tenido la convicción de que era imposible en esta dimensión... Desprenderse de sus cargas, de aquel morral pesado que llevaba a cuestas. ─Entonces, punto final a las terapias de psicoanálisis, en fin a todas las terapias. No, no era una broma de sus amigos. Tampoco era la PNL-. 
Se dio cuenta que siendo otra persona: Era ¡Libre!, para escribirse, reinventarse. Sintió paz.
Y todo gracias a Roberto Vargas, su nuevo nombre.  
© Mariana Nuñez V.  Febrero- Julio, 2015.



martes, 21 de julio de 2015

I. Introducción


Hace algún tiempo, e inclusive desde la adolescencia, nos interesa la escritura creativa. Desde niña escribí poesías y pequeñas historias para títeres, las cuales presentaba en pequeños teatrines en las reuniones familiares. También hemos escrito varios cuentos y poemas los cuales nos gustaría compartir con amigos o personas interesadas en el Arte de Escribir…

En este viaje de la escritura, como aprendiz, nos hemos tropezado con ciertas dificultades las cuales intentamos mejorar, transformar, y/o potenciar recursos y capacidades, para incentivarnos a seguir escribiendo. Muchas veces se nos presentan situaciones donde pareciera que la creatividad se ha ido lejos y lo que queremos trasmitir no adquiere forma. Se intenta, se cambia de escenario, refrescamos la cabeza y nada… Las palabras no brotan como quisiéramos. No hay inspiración. Creo que en esta situación muchos se ven reflejados. Se requiere entonces preguntarnos o cuestionarnos, de manera positiva, a nosotros mismos, y buscar respuestas que nos permitan inspirarnos y liberar todo el potencial creativo del lenguaje que poseemos…

Recientemente, terminamos un Diplomado[1] de PNL y Coaching donde hemos adquirido conocimientos y destrezas aplicando las relevantes técnicas que se plantean. La intención es compartirlas con ustedes...  En este sentido, decidí crear un BLOG de Aprendiz de Escritor, donde se conjugue el ejercicio de la escritura con la Programación Neurolingüística (PNL) y las preguntas poderosas del coaching, a los fines de transformar las debilidades en fortalezas, potenciar capacidades y recursos, para alcanzar la fluidez y eficiencia en este proceso creativo.

Mencionaremos diversas técnicas y ejercicios de manera que nosotros, aprendices en este hermoso arte, nos familiaricemos con estas herramientas y acudamos a ellas sin necesidad de un coach para ponerlas en práctica[2]. Espero les sea de utilidad...

©Mariana Nuñez Vargas/ Julio 2015








[1] Diplomado “Programación Neurolingüística (PNL)”-Coaching, 2015., LIDHER Asesores, Consultores., UPEL., UNESCO.
[2] Sin embargo, para efectos de ampliar o profundizar los conocimientos en el área de la PNL y el Coaching, se sugiere cursar talleres, diplomados, cursos y consultar libros especializados en esta maravillosa área, o buscar un coach para mayor efectividad.

Un poema




YO

Caminando sin rumbo por los entretelones,

de mi mente…

Los pico de mi cabeza,

oliendo caminos

buscando la presa…

Construyendo performances

inconclusos,..


Sintiéndome clara…

Sintiéndome oscura

Claroscura…

¡Me adivino!




Por:  Mariana Nuñez V.